jueves, 25 de junio de 2015

Filo Sofia...


Me bastan unos minutos de básica reflexión para entrar en la angustia de la finitud, como la definí cuando empecé a darme cuenta qué significaba esa melancolía “absurda” que me acompañaba la mayoría de los días.
Heidegger diría, quizá, que es darse cuenta que soy un “ser para la muerte”, y sí, es un poco eso, es un poco entender que aun sabiéndome pequeña temporalmente no me permito cambiar mi actitud de vida cotidiana, no puedo simplemente lanzarme a intentar ser, con la mayor ambición, feliz cada segundo, sin pensar en eso que llamamos FUTURO.

El tiempo es una noción necesaria, evidente, trascendente y lastimosamente corrosiva. Aunque de pensarlo es otro absurdo, o sea, le echamos la culpa de todo lo que se nos escapa como humanos y le otorgamos el poder de sanar todos los males, un dios más, un dios griego.

Cuando me confesé absolutamente incapaz de creer en  eso que llaman Dios me despedí también  del abrigo que puede darles la idea de protección, de otra vida, de otra oportunidad de mejorar, del destino, del alma, del espíritu, de la fe, de los milagros…de la magia.

Pero a pesar “de” sí creo en algo, en las emociones, en el AMOR.

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